Masajes

Masajes de pies: técnicas

Distintas técnicas de masajes para tener los pies más felices del mundo.
Claro que hay quienes dirán que hay otros tipos de masajes más importantes. Nuestra espalda duele, nuestra cabeza explota, y nuestro cuello está tan rígido que ni siquiera podemos ver si está a punto de llover...; ¿para qué vamos a prestar atención a nuestros pies?
No obstante, aquellos que comprenden un poco más, saben que todos los dolores idiosincrásicos del organismo se originan en nuestros pies.
Efectivamente, los pies son la base sobre la que se asientan la musculatura y la estructura ósea, y, al mismo tiempo, son la parte de nuestro cuerpo que nos pone en contacto con el mundo y nos permite transitar por el mismo.
Al igual que una Ferrari no llegaría demasiado lejos sin sus neumáticos planos, tampoco tú irás alcanzarás grandes distancias si tus pies duelen y están cansados. Aprende las técnicas básicas para un buen masaje de pies y sorprende a tu pareja con algo nuevo y diferente.
Desde el punto de vista fisiológico, los pies son la base para el alineamiento apropiado de las rodillas, las caderas, y la parte inferior de la espalda.
La mayor parte de los doctores prescriben ortopedia para los zapatos cuando sufres dolores en la espalda o en las caderas. Y dado que tus pies son tan importantes, mantenerlos felices puede agregar propiciarle una importante sensación de bienestar general al cuerpo entero.
Y dado que los tendones, los ligamentos, y los músculos son tan utilizados a lo largo de los años, masajearlos de tanto en tanto servirá para mantenerlos fuertes y operables por más tiempo.
Por otra parte, los masajes de pies pueden ser uno de los trabajos corporales más placenteros. Más que cualquier otra parte del cuerpo, tus pies se conectan a una miríada de centros del placer y están, según los acupunturistas, conectados a múltiples aspectos de tu salud.
Así que ve por una loción o crema para pies, encuentra un compañero/amante/amigo generoso, y extiende tus pies ante él. Ellos hacen demasiado por ti, ahora es tiempo de que hagas algo por ellos.
Circulación
Dado que nuestros pies tienen semejante tarea en nuestra vida diaria, la primera cosa que debes hacer es mantener el flujo sanguíneo en la zona. La sangre trae a nuestros músculos todos los nutrientes que éstos necesitan, de modo que ayudar a la circulación de nuestros pies es la clave para su recuperación.
En consecuencia, el primer paso en un buen masaje de pies es activar la circulación. Esto quiere decir incrementar el flujo sanguíneo de los tejidos del pie.
Sostén el pie con una mano y con la otra comienza a acariciar la parte superior con la otra. Puedes usar una presión ligera sobre la parte superior del pie. Para evitar hacer cosquillas a tu compañero/a, procura ejercer una presión moderada en la parte inferior del pie.
Continúa acariciando y frotando el pie entero de la otra persona. Si lo deseas, puedes dar algunos pequeños golpecitos o bofetadas. Se sugieren veinte caricias o golpecitos sobre la parte superior y diez sobre la inferior.
Rotación del pie
No te olvides de esos pobres tobillos. Ellos se llevan buena parte del trajín que reciben tus pies. En consecuencia, las próximas dos técnicas apuntan a trabajar directamente sobre el tobillo y sobre su relación con el pie entero. Esta rotación no es un estiramiento, sino que se trata de un movimiento para relajar el pie y el tobillo en su conjunto.
Sujeta el pie con una mano. Con la otra, mueve el pie en forma circular según su capacidad natural de movimiento. Simple y lentamente desliza el pie en un movimiento de tipo ovalado.
A medida que rotes el pie, puedes descubrir que el rango de movilidad se incrementa un poco. Es importante notar que hay hueso y cartílago en la articulación del tobillo, de modo que únicamente muévelo tanto como éste te permita. Detente al sentir cualquier sonido extraño. Rota el pie entre 3 – 5 veces en cada dirección.
Golpeando pies y tobillos
Este masaje tiene la capacidad de relajar el cuerpo entero. Comienza con las puntas de tus dedos justo en ese lugar donde los dedos se encuentran con el resto del pie.
Utiliza ambas manos para ejercer presión entre los huesos del pie. Haz que tus dedos se dirijan lentamente hacia el tobillo. Cuando tus dedos lleguen a la altura del tobillo, extiéndelos alrededor del mismo y masajea la parte frontal de esta articulación con tus pulgares.
Generalmente, buscamos frotar y ejercer presión sobre el tejido muscular cuando damos un masaje. En este caso, nos encontramos en un área dura, con hueso, tendones y ligamentos. Intenta hacer tu mejor esfuerzo por aprovechar el poco tejido muscular que encuentres efectuando un masaje generoso y reconfortante.
Flexiones y rotaciones de los huesos del pie
Este masaje se siente realmente bien cuando la planta del pie te duele de tanto estar de pie o de caminar. Presiona la palma proximal de cada mano sobre los bordes exteriores de cada pie. Te estarás atenazando la planta del pie.
De esta manera, serás capaz de masajear el músculo entre los huesos con los pulgares. Asimismo, al atenazar el pie podrás presionar las yemas de tus dedos contra la cara interior del mismo, y tu labor será recompensada con una miríada de oohhs y ahhhs.
Tirones de dedos
Este masaje puede sentirse muy bien, pero ten cuidado. No intentes empujar los dedos de los pies demasiado fuerte.
Estirar ligeramente los dedos puede rejuvenecerlos y devolverles algo de movilidad. Intenta este masaje en conjunto con un baño de pies, dado que calentar los dedos puede hacer que disfrutes mucho más la experiencia de estirarlos.
Recuerda, el estiramiento debe ser sutil, y no debes llevarlo al punto de hacerlos sonar. Un simple tironcito estará bien, y tampoco te hagas problema si te pasas un poco con la fuerza y los escuchas sonar —sólo procura no forzarlos—.
Trabajando sobre la planta
La parte más muscular de tu pie es la planta, que posee almohadillas para proteger los huesos. Éste es uno de los masajes más sencillos para hacerse uno mismo.
Con la pierna flexionada y el pie sobre la rodilla de la otra pierna, y ubicando una toalla sobre ésta para evitar que la crema manche la ropa. Si vas a masajear a otra persona, ubica sus pies sobre tus rodillas o colócalos sobre una silla con algunas almohadas encima.
Usando los pulgares, realiza movimientos circulares que cubran la superficie entera de tu pie, moviéndote desde la base de los dedos hasta el talón.
Mantén una presión firme y sostenida a lo largo de todo el movimiento circular. Unas una mayor firmeza en los talones, ya que allí la piel suele ser mucho más gruesa.
Una vez que has recorrido todo el pie, realiza algunos masajes extras en aquellas zonas en las que sueles experimentar dolores crónicos —el talón, el arco, o tal vez alrededor de los tobillos—.
Una manera de mitigar los calambres en el arco es sostener el pie con una mano ejerciendo una presión sutil y estirarlo con la otra. Nunca llegues al punto de sentir dolor. Procura no lastimarte ni lastimar a tu pareja de masajes.
Esta parte del pie puede ser muy sensible y cualquier acción agresiva puede dolor. Recuerda que lo que intentamos es hacer un masaje relajante.
Báñalos y embellécelos
En la tienda de alimentos saludables de vecindario serás capaz de encontrar sales y aceites de baño especialmente concebidos para los pies. El calor del agua puede relajar los músculos y las sales pueden aliviar la piel —al mismo tiempo que el aroma te servirá para distender la menta—.
Deja que tus pies en el agua hasta que la piel se ponga arrugadita, ya que en ese momento sabrás que los músculos y la piel se han saturado de la calidez. Hacer esto en forma regular incrementa la vitalidad de los tendones y de las partes integrales de los pies.
Ahora, nos dedicaremos a reducir los callos; algo que la gente no hace muy a menudo. Puedes hacerlo junto con el baño, ya que la piel estará más suave y manejable.
Usa una piedra pómez grande para remover la piel endurecida y la suciedad que queda atrapada en la piel. Éste no es simplemente un ejercicio estético.
Al reducir los callos puedes mejorar sensiblemente tu manera de andar y prevenir el agrietamiento de la piel, lo que es particularmente importante durante el verano, cuando solemos andar descalzos o en sandalias con frecuencia.
Los soquetes ayudan a nuestros pies a mantenerse humectados, pero los grandes callos impiden que la humectación penetre la piel